martes, 8 de octubre de 2013

Aquí los reyes no son de adorno

Somos afortunados. La mayor parte de los mortales no tiene oportunidad de estar frente a un rey en su vida y nosotros, durante nuestro recorrido por el país hemos tenido ocasión de encontrarnos no con uno sino con dos reyes. 

En el Palacio Real de Savalou, presenciamos una ceremonia en la que juraba en público su cargo uno de los miembros del gobierno del rey Gbaguidi Tossoh XIII, descendiente de Ahossou Soha Gbaguidi I, fundador del reino de Savalou y creador de la dinastía de los Gbaguidi, que significa "líder fuerte". 
En el norte del país, en el departamento de Atacora, tuvimos la suerte de ser recibidos personalmente por Bagana Sourou II, Rey de Kouandé. Los reyes tradicionales en Benín son personas cercanas a las que se puede acceder sin demasiadas complicaciones. El monarca tiene otra recepción programada para esta mañana, pero responde afirmativamente cuando su ayudante le pregunta si nos puede atender. El palacio es una choza rústica con tejado de paja, en la que nos recibe. Una pintura mural con un gran chimpacé y otra de un tigre, ambas de dudosa calidad a nuestro modo de ver, adornan el exterior de la cabaña. El interior es sobrio y casi sin decoración. Una foto del rey, un árbol genealógico de los reyes de Kouandé, un calendario, un reloj y poco más. Al rey le acompaña un consejo de sabios que se sienta en el perímetro circular de la habitación. Al lado del monarca, el jefe de protocolo nos explica cómo debemos de realizar el saludo ritual, tumbándonos boca abajo en el suelo. 




Lo mismo que sucedió en otros países africanos, cuando Benín alcanzó en 1960 la independencia de Francia para proclamarse como República de Dahomey, las antiguas monarquías que reinaban en el país fueron desapareciendo como forma de gobierno y los reyes tradicionales perdieron buena parte del enorme protagonismo que hasta entonces habían mantenido. A pesar de ello, el prestigio del que se han hecho merecedores y el indiscutible arraigo que siempre han tenido entre la población, han propiciado que sigan siendo una referencia fundamental en sus respectivos territorios y continúen manteniendo en gran medida su enorme influencia. Tanto es así que las monarquías tradicionales juegan hoy por hoy un papel determinante en la gobernabilidad del país y de forma especial en la siempre complicada tarea de conciliar tradición y modernidad.
Aquí los reyes no son de adorno. Aquí, en esta república, la monarquía es emblemática y, aunque carece de poder político alguno, sigue siendo una institución totalmente viva. La labor que en Benín y en el resto de África llevan a cabo los monarcas tradicionales no es testimonial, como puede suceder en Europa. Los reyes son los guardianes de las tradiciones de su reino, continúan teniendo importantes responsabilidades, son consultados por los gobiernos, aconsejan e informan. Los reyes gozan de un gran reconocimiento como líderes sabios por parte de la ciudadanía y como órgano consultivo por parte de los poderes políticos y de las autoridades.

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