miércoles, 16 de octubre de 2013

Avanzando hacia el pasado


Al dejar Cotonou y alejarse de la franja costera, la cosa empieza a cambiar. Desde Natitingou para arriba, Benin se va transformando deprisa. Si seguimos hacia el norte se observa cómo el paisaje se arruga, va desapareciendo el asfalto y el terreno se hace más incómodo, crecen las manchas boscosas a la par que las casas se van haciendo más escasas hasta anularse. 

Poco a poco van emergiendo a lo largo del paisaje pequeños poblados de aspecto ancestral, chozas circulares con techos de paja y aldeas con cabañas primitivas de adobe. Todo ello en un entorno natural poderoso, generosamente aderezado con mangos voluminosos, tecas, irocos gigantes y karités.




Está claro que nos colamos sin querer en el túnel del tiempo y nos vamos acercando a pasos agigantados al pasado. Aunque no es fácil precisar en qué momento nos encontramos, sin apenas transición hemos irrumpido en el país Somba la tierra de las "gentes que caminan desnudas", una antigua etnia de guerreros que en esta esquina norteña de Benín, en el macizo de Atakora, cerca de Togo, han mantenido sus costumbres casi intactas.



La seña de identidad más llamativa son las viviendas, llamadas tata, rudimentarias construcciones de barro, arena y paja que en otros tiempos servían para defenderse de las fieras y de los cazadores de esclavos y hoy son sus hogares. Los hombres montan la estructura de madera mientras que las mujeres rellenan con adobe lo que luego serán las paredes. Al final, las cabañas circulares se unen entre sí y cierran el poblado como si fuese una muralla. En las viviendas con dos alturas, la parte de abajo se utiliza para cocinar y para encerrar el ganado. Por medio de una tosca escalera se accede a través de un agujero a la terraza, en la que se encuentran otras dependencias a modo de habitaciones y graneros, techados con un tejado cónico de paja. Obviamente no hay aire acondicionado ni calefacción. Pero tampoco hay ducha, ni cuarto de baño, ni electricidad. Ni tan siquiera tienen agua.



Dicen que los somba para elegir el lugar ideal en el que construir su casa, disparan al aire una lanza o una flecha que al caer se clava en el suelo. Si después de una semana se mantiene en pie, es la señal de que el lugar es idóneo. Normalmente, las tata se adornan con la cornamenta de algún animal. Como los somba son animistas, junto a la única puerta de acceso suele haber algún fetiche protector y en el interior un pequeño altar. Si en la vivienda vive una persona anciana duerme en la planta baja, no solo por la dificultad de subir las escaleras sino también porque se considera que ahí está más cerca de los espíritus con los que no tardará en encontrarse.



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